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Foto 3

El taller de restauración del Museo del Prado.

Herencia del pasado y proyección de futuro

Eva Martínez Morales (Restauradora de Pintura del Museo del Prado)

El taller de restauración del Museo Nacional del Prado lleva en funcionamiento de manera continuada desde la misma creación del Museo, ya que parte de los restauradores que tenían a su cuidado la colección real fueron incorporados al nuevo Museo que, después y desde fecha muy temprana, se ocupó de estar dotado de manera permanente de un equipo de restauradores. 

En la actualidad, el taller de restauración del Museo del Prado es en buena parte heredero de esa tradición, puesto que cada día nos enfrentamos a la responsabilidad de mantener perfectamente cuidada y conservada una colección que, en su mayor parte, ha estado mantenida con un gran rigor y dedicación durante siglos. La necesidad de conocer la colección a fondo, de analizar en profundidad la técnica de los distintos autores y escuelas, y de establecer como prioridad la observación y comprensión previa de la obra como punto de partida del proceso de restauración, es una práctica que ha venido realizándose tradicionalmente dentro del taller y que hoy en día tenemos como principal referente.

Nuestro trabajo, en las últimas décadas, tiene además el importantísimo apoyo de la documentación técnica, llevada a cabo por el gabinete y el laboratorio con los que cuenta el Museo. Los estudios previos a la restauración son fundamentales para que de antemano podamos conocer buena parte de las alteraciones y problemas que vamos a encontrar en la obra durante el proceso de trabajo, además de aportarnos una información fundamental para conocer los anteriores procesos de restauración y los materiales que constituyen tanto la propia obra como las intervenciones realizadas en ella. Los estudios técnicos también son una gran contribución para el conocimiento del autor y la técnica y son una importante contribución para la historia del arte, de manera que la posibilidad de trabajar mano a mano con el gabinete de documentación técnica y el laboratorio convierte al proceso de restauración en un momento único para el estudio de la obra. De esta forma, se completa en todo lo posible el conocimiento sobre su autoría, época, estilo y procedencia, algo que es fundamental en la labor divulgativa e investigadora de un Museo. En ello, es también esencial, la colaboración durante todo el proceso de trabajo con el equipo de conservadores, para los que los datos obtenidos en la restauración son un complemento en su labor investigadora y cuyo trabajo de documentación es también de gran ayuda para el restaurador. Sin duda, la posibilidad de trabajar en un entorno que aúna diversas disciplinas y que está respaldado por un gran equipo de trabajo, es una garantía de buen hacer y  de óptimos resultados, ya que en todo momento el trabajo del restaurador es consensuado por este equipo y las decisiones se toman en conjunto y en colaboración tanto de los miembros del propio taller como de los conservadores. 

La belleza del trabajo del restaurador quizá resida en buena parte en la inusual mezcla de modernidad y tradición. Por una parte, nos vemos respaldados por los medios técnicos más avanzados; por otra, nuestro trabajo tiene una parte de herencia del pasado y de oficio que es también imprescindible para poder llevarlo a cabo y estar seguros de que empleamos las mejores técnicas y materiales para las obras de arte. Aunamos el uso de productos y métodos fruto de los estudios más recientes, como los métodos de limpieza con soluciones acuosas o los geles formulados con los materiales más modernos, con el empleo de materiales tradicionales de los que somos quizá los últimos herederos y que cada vez, incluso, nos resultan más difíciles de conseguir. Materiales como las colas animales, yesos, telas de lino, hiel de buey, trementina de Venecia o resinas naturales forman parte de nuestro día a día y nos resultan imprescindibles, puesto que sabemos que su afinidad con los materiales originales hace que su resultado sea el mejor. Por ejemplo, en el taller del Prado empleamos para el barnizado de los cuadros la resina natural de dámar, ya que es la que proporciona la mejor saturación y el brillo más adecuado para la pintura, además de tener la certeza de que mantiene su reversibilidad con el paso de los siglos. Nuevamente, la tecnología moderna viene a ayudarnos. De la misma forma, la eliminación de la polución atmosférica en las salas del museo, así como la supresión de la luz ultravioleta, nos garantizarán el buen envejecimiento de este barniz y nos permitirá utilizarlo con la seguridad de una buena conservación para la obra.

Mientras el mundo avanza cada vez más rápido, los restauradores, apegados por un lado a nuestros materiales tradicionales, nos incorporamos también a la difusión a través de las redes sociales, a la tecnología digital, a las investigaciones en química y biología… Sabemos que nuestro trabajo es importante y que esa capacidad de, al mismo tiempo, atesorar los conocimientos del pasado y avanzar con los del presente y del futuro, nos permitirá que sigamos siendo, por muchas generaciones, los custodios de esa herencia insustituible que para nuestra sociedad son las obras de arte.